Ucrania ha sido testigo de las primeras protestas importantes en contra del Gobierno de Volodymyr Zelensky desde que comenzó la invasión rusa a gran escala, en febrero de 2022. Las demostraciones, ocurridas en ciudades como Kyiv, Lviv, Dnipro y Odesa, indican un aumento del descontento ciudadano debido a la decisión del Ejecutivo de restringir la autonomía de las principales instituciones dedicadas a luchar contra la corrupción.
La aprobación por parte del Parlamento ucraniano de una polémica reforma legal que otorga al fiscal general, nombrado por el presidente, el control de la Oficina Nacional Anticorrupción de Ucrania (NABU) y la Fiscalía Especializada Anticorrupción (SAPO), ha provocado una respuesta inmediata tanto a nivel nacional como internacional. Esta decisión supone una modificación significativa en la estructura institucional que Ucrania ha establecido desde la Revolución de la Dignidad en 2014, y que ha sido crucial en su proceso de acercamiento a la Unión Europea.
Preocupaciones sobre el debilitamiento institucional
La crítica central a la reciente ley se enfoca en que afecta la autonomía operacional de las entidades que, hasta el momento, investigaban y enjuiciaban de forma independiente los casos de corrupción de alto rango. Al reunir el poder de control en el cargo del fiscal general, los detractores temen que las investigaciones sean influenciadas o incluso desestimadas por motivos políticos.
El mandatario Zelensky justificó la reforma afirmando que era una acción esencial para salvaguardar las instituciones ucranianas frente a la presunta infiltración de agencias de inteligencia extranjeras. Unos días antes de la aprobación de la ley, las autoridades realizaron un allanamiento en una de las agencias implicadas y arrestaron a dos trabajadores bajo la sospecha de cooperación con servicios de inteligencia rusos.
No obstante, estas explicaciones no han conseguido aliviar la creciente inquietud en amplias áreas de la sociedad ucraniana. Desde antiguos funcionarios del gobierno hasta soldados que pelean en el frente este, las opiniones críticas creen que esta modificación supone una traición a los valores democráticos por los que los ucranianos han batallado en los últimos diez años.
Impacto en el proceso de adhesión a la Unión Europea
Uno de los fundamentos del proceso de adhesión de Ucrania a la Unión Europea ha sido llevar a cabo políticas efectivas de apertura y responsabilidad. Las organizaciones NABU y SAPO, establecidas después de las manifestaciones de 2014, fueron diseñadas como organismos autónomos específicamente para cumplir con esta exigencia.
El tema ha generado inquietud en Bruselas, donde los encargados del proceso de expansión han señalado que cualquier reversión en temas relacionados con el Estado de derecho podría amenazar la aspiración de Ucrania a convertirse en miembro de pleno derecho. Funcionarios del bloque han subrayado que la autonomía judicial y la operación independiente de las entidades de supervisión son requisitos fundamentales para seguir adelante con las conversaciones.
En otro ámbito, tanto organizaciones internacionales como aliados importantes de Ucrania han expresado su preocupación. Ya sean organismos de supervisión anticorrupción o empresas internacionales con inversiones en la nación, la desaprobación ha sido unánime: la legislación reciente podría minar la confianza en la dedicación del Gobierno ucraniano para combatir la corrupción.
Frustración entre los ciudadanos y el ejército
Más allá de la esfera política e institucional, la decisión ha tenido eco en sectores que han sostenido al país en tiempos de guerra. Soldados en el frente han expresado su frustración al ver cómo se socava el esfuerzo por mantener la transparencia mientras ellos arriesgan sus vidas por el país. El mensaje es claro: la corrupción desmoraliza y mina la cohesión social en un momento en que la unidad nacional es crucial.
Para muchos ucranianos, las reformas anticorrupción no solo son una exigencia internacional, sino una necesidad histórica tras años de prácticas institucionales cuestionadas. El recuerdo de gobiernos anteriores marcados por escándalos de corrupción sigue presente, y cualquier intento de debilitar los controles existentes es percibido como un retroceso.
Zelensky y el peso de sus promesas
Cuando Volodymyr Zelensky asumió el liderazgo en 2019, lo hizo con un enfoque en eliminar la corrupción y reforzar el Estado de derecho. Su imagen como alguien fuera del ámbito político convencional le permitió captar el descontento del público y crear un respaldo firme.
Durante los primeros años de su mandato, su administración recibió elogios por impulsar estrategias nacionales contra la corrupción y por la destitución de altos funcionarios implicados en escándalos. Sin embargo, la reciente reforma legislativa ha encendido las alarmas y ha generado dudas sobre la coherencia de su programa de gobierno.
Zelensky ha prometido que las reformas buscarán resolver problemas estructurales y no afectarán la eficacia de los organismos implicados. Aun así, las declaraciones no han bastado para aplacar el creciente malestar social ni para convencer a los aliados internacionales.
Un punto decisivo para el porvenir institucional del país
El debate abierto en Ucrania por esta reforma pone de relieve la fragilidad de las instituciones en contextos de guerra y crisis prolongada. En momentos de alta tensión política y militar, las decisiones sobre la arquitectura institucional adquieren una dimensión estratégica, ya que definen el rumbo del país no solo a corto, sino también a largo plazo.
El desafío para el Gobierno será demostrar que sigue comprometido con los principios que lo llevaron al poder y que puede responder a las críticas con acciones concretas que fortalezcan —y no debiliten— las bases democráticas del Estado ucraniano. Las próximas semanas serán determinantes para saber si la presión social y diplomática logra revertir una decisión que ha encendido las alarmas dentro y fuera del país.