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El origen onírico de los alebrijes: la fantasía que se convirtió en arte popular mexicano

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Los alebrijes, asombrosas criaturas elaboradas con cartón, pintura y engrudo, son ahora una de las expresiones más representativas del arte popular mexicano. Lo que comenzó como una visión en un trance vivido por el artesano Pedro Linares López, con los años se ha convertido en un legado artístico que cruza generaciones y fronteras. Este emblema de inventiva desbordante surgió en un pequeño taller en el barrio de la Merced, en el centro de la Ciudad de México, y con el tiempo se ha transformado en Patrimonio Cultural Inmaterial de la capital del país.

El sueño que dio vida a los alebrijes

Pedro Linares, reconocido cartonero de mediados del siglo XX, vivió un episodio que marcaría no solo su vida, sino el devenir de una tradición artesanal. A causa de una enfermedad que lo dejó inconsciente durante varios días, tuvo un sueño vívido y extraño. En él, recorría un bosque donde los árboles, las piedras y las nubes se transformaban en animales irreales con alas, garras y colmillos. Estas criaturas repetían una palabra que hasta entonces no existía: “alebrijes”.

Al abrir los ojos, Pedro Linares tuvo el impulso de reproducir lo que había presenciado en su sueño. Experimentó con varios materiales hasta que descubrió en la cartonería —arte que ya manejaba con habilidad— la manera perfecta de moldear esas criaturas extraordinarias. De esta forma surgió el primer alebrije: una combinación imaginativa de papel, engrudo y pigmento que representaba el surrealismo mexicano antes de ser reconocido como tal.

Tres generaciones dedicadas al arte y la creatividad

El legado de Pedro Linares fue perpetuado por su hijo Miguel, quien desde los años 60 empezó a explorar con diferentes formatos, dimensiones y paletas de colores. Aunque su padre creaba figuras de menor escala y colores más apagados, Miguel incorporó alebrijes más grandes —algunos alcanzaban hasta cinco metros de altitud— y colores vivos que resaltaban su naturaleza fantástica. Durante este desarrollo, los alebrijes comenzaron a tener una personalidad distintiva, caracterizada por la libertad formal y la creatividad espontánea.

Miguel Linares, con más de cinco décadas dedicadas a la cartonería, describe el proceso como algo sin reglas fijas. A veces se empieza por una parte del cuerpo, otras por el alma, afirma. Esa libertad creativa ha sido uno de los sellos de la familia Linares y de todos aquellos que se han inspirado en su obra.

Hoy, la tradición se mantiene en las manos de Ricardo Linares, descendiente de Pedro, junto a su hija Natalia. Ellos siguen con la labor artesanal desde el mismo taller en la Merced. Para los dos, esta práctica no solo es un legado familiar, sino también un acto para conservar la cultura ante los cambios de una sociedad que se digitaliza cada vez más.

De la Merced al mundo

Los alebrijes, al principio no comprendidos ni siquiera por la familia del creador, empezaron a ser reconocidos con el tiempo. Su singularidad y simbolismo llamaron la atención de artistas y cineastas, no solo en México sino también en otros países. A medida que pasaron los años, estas obras empezaron a ser exhibidas en muestras internacionales, llevando con ellas una parte del imaginario de México.

Personajes destacados del arte nacional, como Diego Rivera, valoraron la cartonería como forma legítima de expresión. Antes de la creación de los alebrijes, el taller de los Linares ya elaboraba figuras tradicionales como piñatas, calaveras y los “judas” que se queman durante el Sábado de Gloria. Fue justamente por estos trabajos que Rivera conoció a Pedro Linares y le encargó varias piezas.

El desfile que celebra la fantasía

Desde el año 2007, el Museo de Arte Popular en la Ciudad de México lleva a cabo el Desfile y Concurso de Alebrijes Monumentales, un evento que convoca a numerosos artistas de toda la nación. Esta actividad ha sido crucial no solo para dar a conocer la obra de los artesanos del cartón, sino también para fomentar la preservación de esta costumbre a través del reconocimiento público y la involucración de la comunidad.

Este encuentro que se realiza cada año ha establecido a los alebrijes como un componente fundamental de la cultura mexicana, posibilitando que las generaciones jóvenes conozcan y aprecien una forma de arte que, aunque nació en un sueño, hoy en día existe de manera tangible.

Tras lo ornamental: una expresión de la identidad

Los alebrijes no son simples adornos. Simbolizan un vínculo entre la imaginación individual y la tradición común, una manera de contar historias sin necesidad de palabras y de mostrar universos que no obedecen las leyes de la lógica. Cada alebrije es singular, no tiene igual y es completamente mexicano. En su creación se combinan técnicas del virreinato, signos prehispánicos y una creatividad infinita.

Hoy, estas figuras de papel continúan expresándose. Tal como en el sueño de Pedro Linares, continúan diciendo “alebrijes”, término que ahora designa no solo a un ser imaginario, sino también a una de las manifestaciones más dinámicas del arte popular mexicano.

Por Otilia Adame Luevano